El ansia de poder de los Estados en las relaciones internacionales, origen de muchos de estos escritos, si bien no ha provocado guerras interestatales en suelo europeo desde hace más de medio siglo, sí que ha provocado división en la débil e incipiente política exterior de la Unión. En último término, más allá de las concretas estructuras jurídico-constitucionales propuestas, que van desde el establecimiento de un tribunal de justicia europeo hasta la creación del «Leviatán europeo», esto es, de unos verdaderos Estados Unidos de Europa, estas obras nos hablan de un «pecado original» del ser humano: el del constitucionalismo, es decir, el deseo de controlar el poder y poner límites a su ejercicio, sorteando los riesgos de un poder legibus solutus.