Bizzio vuelve a sumergirnos en una atmósfera tan envolvente como
lisérgica, y demuestra una vez más que narrar es un arte de pocos y un
oficio delicioso que el lector agradece.
Un psiquiatra abandona la ciudad y se recluye en una pequeña casa en la
montaña. Huye de un paciente que lo quiere matar, pero también de la
vida que lleva junto a una actriz con la que se casó un año atrás y a la
que desde entonces no ha visto más que dormida.
El lugar es paradisíaco. Hay una cascada junto a la casa y ningún vecino
en los alrededores. Inmediatamente se entrega al proyecto diario de no
hacer nada, aparte de leer, fumar y beber. Hasta que empieza a sentirse
irritable y perturbado y descubre que la causa es el ruido constante de
la cascada. Se aboca así a la tarea de rellenar con piedras la hoya
sobre la que golpea el agua, a fin de silenciarla. Es un trabajo enorme,
se diría que demencial. Muy pronto se convierte en un personaje extraño
para los habitantes del pueblo al pie de la mo