Es el testimonio, vivo y preciso, de la existencia de seres que encarnan el ideal de vida budista. Los últimos capítulos proceden del homenaje que Lama Chöky Sengue, discípulo y traductor, le dedicó cuando dejó este mundo: "Un maestro de inmensa bondad, que transmitía en términos simples la profundidad de la sabiduría, dejó en la mente de muchos una huella luminosa e imborrable".
La obra recoge enseñanzas, anécdotas y un retrato de la personalidad espiritual y humana de este gran lama, el lama de "Bur kar" ("colina blanca" en tibetano), lugar de su monasterio al oeste del Tíbet, próximo al monte Kailash, que ha sido reconstruido y sigue activo. "Para él, el budismo contiene la verdad completa del campo espiritual. Conocer el budismo es conocer la moral, la filosofía y la metafísica sin error.
Así, su enseñanza no pretende en absoluto ser original; lejos de él la intención, ni tampoco la voluntad, de aportar ideas nuevas. No quiere más que transmitir el dharma del Buda. En una expresión que él sabe, sin duda, adaptar perfectamente al modo de pensar y al entorno cultural de su interlocutor y que, en particular, sabe utilizar para hacer maravillosamente límpido y claro aquello que puede parecer oscuro y complejo en un primer abordaje; a esto se limita su originalidad".