Ella era casi una adolescente, descubierta por el director Howard Hawks en la portada de una revista de modas. Tenía clase, elegancia felina y un don natural para las réplicas "como latigazos".
Cuando Humphrey Bogart y Lauren Bacall se encontraron en el rodaje de Tener y no Tener, la cámara se convirtió en testigo mudo de un romance que se inició entonces, se consolidó durante la filmación de El Sueño Eterno y saltó del celuloide a las portadas cuando se instituyeron como pareja de moda en Hollywood. Hicieron entre los dos un puñado de clásicos y dos hijos atados a la estela legendaria de sus padres, aficionados a tejer a medias momentos cinematográficos irrepetibles, sin ningún pudor.
Los Bogart fueron la pareja de moda durante los casi diez años que duró su matrimonio. Daban fiestas para lo más selecto, cambiaban pañales, y hasta se enredaban en política cuando había una buena causa que defender, mientras él se convertía en la estrella mejor pagada de su tiempo y ella en el prototipo de la neoyorquina mundana de inimitable estilo.
Bogart y Bacall. Dos estrellas y un destino bucea exhaustivamente en las biografías de dos mitos del cine, antes y después de su encuentro en la pantalla, combinando su anecdotario como personajes públicos con el análisis de sus más que interesantes trayectorias profesionales. El resultado es un documento sobre aquellos años dorados de Hollywood -los del oropel y la "trastienda" siempre bien oculta- que tiene a dos leyendas de su calibre como hilos conductores y a John Huston, Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Jack Warner, Frank Sinatra, Ingrid bergman, Gary Cooper, Jasón Robards, Kirk Douglas, Marilyn Monroe, Gregory Peck, Audrey Hepburn, John Wayne, Barbra Streisand o Lars Von Trier como secundarios de auténtico lujo. De sus encuentros y de sus desencuentros con ellos se extrae la esencia de una estirpe que comenzó a desaparecer cuando Bogart murió el 14 de enero de 1957. Hace ya cincuenta años.