El poeta iniciador del romanticismo en Inglaterra, el editor y único colaborador de revistas inviables, el amigo de Wordsworth y Southey, el forjador de imposibles utopías ultramarinas, el joven librepensador y revolucionario trasmutado en teólogo de la broad church, el maestro que admiraban personalidades tan diferentes como Carlyle, Emerson, Maurice y Newman, da razón de sí mismo en unas páginas tan emocionadas como hondas. El sentido del antes y el después, concluye en su último capítulo, se hace inteligible y posee significado sólo cuando contemplamos la sucesión de relaciones de causa y efecto, que como ambos polos del imán manifiestan la unidad de una única energía.
Gabriel Insausti
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