Iban Barrenetxea dibuja una historia sobre la fragilidad del alma humana ilustrándola con elegantes imágenes que nos presentan el mar y el barco de Benicio como inmenso escenario de una pequeña comedia (o un pequeño drama, según la perspectiva del observador); y vistiéndola de una fina ironía vehiculada a través de una prosa musical en la que se entrelazan palabras cuyo significado real se disfraza detrás de la apariencia. Como la vida misma.