Bélgica no es una autobiografía, tampoco es un libro de viajes. Es el itinerario de una conciencia que se observa simultáneamente en los dos tiempos, pasado y presente, en los que se hace memoria, sin tampoco prescindir de los intervalos. Convencida de que lo más importante en un texto no es lo que dice sino lo que no dice, Chantal Maillard tiene por costumbre provocar al lector invitándole a introducirse en los márgenes y extraviándole en las distintas versiones que de la realidad puedan darse. Siempre a contracorriente, esta autora, cuya escritura atraviesa todos los géneros, reivindica, frente al aforismo de la modernidad, el fragmento como expresión, sintética pero abierta, de nuestra época.