En esta gozosa travesía encuadernada hay pasajes de un conmovedor lirismo, como el relato de la primera vez que el autor observó una ballena; episodios de gran ternura, como el de su hija nadando entre delfines; melancólicas estampas de puertos; o, en el otro extremo, están los textos hilarantes del Pérez-Reverte iconoclasta, gamberro y cachondo. Las bromas a costa del brazo de Nelson, las diatribas contra los ingleses o los domingueros del mar, las motos de agua y los pijoyates.