Ni siquiera era capaz de entender aquellos horribles sentimientos que jugaban divirtiéndose en mi pecho mientras oprimían mi alma. Era una tortura, un desconsuelo punzante. Traté que desapareciera esa sensación de un millón de formas, pero las heridas solo empeoraban. Me convirtieron en un simple bicho raro con el que poder entretenerse en los insufribles ratos de instituto. Los dolorosos recuerdos me cegaban, me dejaban sin respiración. Ya era demasiado tarde. Nadie podía salvarme. El instituto no es lo que parece, sus muros esconden más secretos de los que os podéis imaginar. ¿Estáis preparados para descubrirlos?