Mucho antes de que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial, un puñado de pilotos norteamericanos se unieron a los escuadrones de combate de la RAF británica. Estos pocos hombres, a diferencia de otras iniciativas apoyadas tácitamente por el gobierno de Washington, se alistaron individualmente y fueron unos adelantados, pues lucharon a los mandos de sus Spitfires desde mayo de 1940, cuando el Reino Unido combatía en solitario la amenaza nazi y sus días parecían contados. Idealistas y aventureros, los pilotos desoyeron todas las declaraciones de neutralidad del gobierno estadounidense movidos por una mezcla de repugnancia moral hacia el nazismo y una fascinación por el combate aéreo en una época en que aún tenía un halo de leyenda. Repartidos individualmente o por parejas en los distintos escuadrones, cada uno vivió su propia historia, que Kershaw logra introducir magistralmente en el marco global dela dramática Batalla de Inglaterra. A través de los retratos individuales conocemos la extraordinaria vida que llevaban en las cabinas, en los escuadrones y en Inglaterra, y el heroísmo de estos pilotos, de los que solo uno sobrevivió a la guerra que contribuyeron decisivamente a ganar.