¿Es posible atraer a Dios? Él, cuyo amor está siempre buscándonos, ¿espera que provoquemos su acción? Y si no es así, ¿por qué no actúa con más eficacia? San Pablo lo plantea en términos muy directos en Rm 9,14-16; no se trata de querer correr, sino de que Dios tenga misericordia. Dios hace lo que quiere, pero, ¿cómo explicar entonces que el mundo no vaya bien? ¿Qué es lo que impide su acción en nosotros? Profundizamos en esta cuestión en seis breves capítulos, con el único fin de proponer algunas luces que guíen nuestro caminar hacia las profundidades, tan cercanas y misteriosas, del Amor en misión.