«.El corazón del hombre de nuestro tiempo se ha quedado en lo efímero, en lo rápido, en las sensaciones, en el usar y tirar.
Apostar por el asombro de vivir es saber que hay cosas que no se acaban, que, como el buen vino, conforme pasa el tiempo son mejores, se enriquecen, saben mejor.
El asombro de vivir lo tienen los niños, los sabios y los santos. Disfrutan de todo porque todo les parece que, vivido de veras, tiene el sabor de un gozo que nunca se acaba».