La montaña constituye sin duda el centro hacia el cual gravita la vida de Catherine, pero en esta autobiografía la autora nos permite asomarnos también a su vida personal, su familia, amigos, aficiones, e incluso temores y debilidades. Relata sin miedo la tremenda tensión nerviosa que sufrió durante las competiciones y su peligroso coqueteo juvenil con el adictivo mundo del juego. En todos los episodios tanto los dramáticos como los hilarantes la narración deja traslucir la personalidad animosa y decidida de la autora, su espíritu libre y ante todo su asombrosa fuerza de voluntad. Éstas características son las que la han llevado a las cimas de los Alpes, del Himalaya, América o Antártida, donde roza la muerte en 1996 al sufrir una fractura de pelvis a más de 4.000 metros, 30 grados bajo cero y lejos de cualquier posibilidad de rescate.
A pesar de ello, la montaña siempre ha constituido para Catherine una fuente inagotable de la felicidad, sentimiento que comparte con nosotros a través de este libro.