En Larra, considerado el primer gran periodista español conviven una imbatible actitud crítica, heredada de los viejos ilustrados españoles, y el apasionamiento típicamente romántico. A su aguda mirada pocos aspectos de la realidad española de la época se escapan y su afilada pluma se ejercita en el escarnio de errores políticos, de vicios privados, de pecados nacionales, de lacras sociales. Sus artículos son, todos y cada uno, piezas modélicas por su desengañada ironía, por su profundidad, por la precisión y elegancia de su estilo, por el acierto en la elección de las anécdotas y su eficacia a la hora de relatarlas.