La Arquitectura siempre tendrá formas y expresiones que la aproximen a la mayor de las artes, pero estas serán rechazadas por la sociedad si bajo su manto se contribuye a la destrucción del planeta, nuestra casa común. De ahí la necesidad de establecer nuevos equilibrios entre la biología -la naturaleza, lo orgánico- y los ingenios artificiales que inventa el ser humano. La biodiversidad que debemos preservar en nuestro planeta habrá de ser el hilo conductor de nuestras nuevas obras y de nuestros nuevos comportamientos. De poco serviría que descubramos nuevas respuestas técnicas y tecnológicas si ello no va acompañado de nuevos comportamientos de nuestra compleja sociedad. Naturalmente, el arquitecto no puede afrontar solo esta cuestión, pues sin el acompañamiento de la sociedad y sus instituciones, poco se puede avanzar realmente en la Arquitectura que se postula dentro de cualquier espíritu de progreso.