Somos aprendices del tiempo. Y la educación es un encuentro entre generaciones en la filiación del tiempo. Tránsito y pasaje. Transmisión del mundo. En los rostros de los aprendices se evidencia la búsqueda de la grandeza de los que, al desaparecer, se hundieron en su inmortalidad; aquellos cuyo rostro se confunde con los rostros de los muertos son ya inmortales en vida. Todo aprender tiene que ver con una conciencia de la mortalidad y de la fragilidad. Y de los límites y de la distancia; y de la presencia.
El título de este ensayo El aprendiz eterno reúne, en su propia denominación ambivalente y quizá extraña, un conjunto de pensamientos en torno a las siempre difíciles relaciones entre la educación, el aprender y su experiencia, cuando estas voces tienen que ver con una experiencia estética y existencial, y cuando tratar de pensar filosóficamente sobre ella requiere de nosotros una presencia en lo real diferente al modo en que hemos sido educados por la tradición filosófica que pensó la filosofía como la construcción racional de un sistema a través de conceptos firmes y seguros. La melodía argumental que constantemente se reitera en este ensayo señala que no es tomando la realidad, como un mero objeto de conocimiento, como obtenemos un aprendizaje del mundo y un saber acerca de nosotros mismos, sino haciéndonos presentes en ella. ¿Qué distancia es la apropiada para intentar el ejercicio (filosófico) de pensar la educación, como algo que reclama nuestra presencia en el mundo? La apuesta de este libro es que esa distancia es una distancia poética, que es la que nos permite captar la singularidad de cada caso para producir nuestra propia presencia en el acontecimiento. Se trata de pensar la educación como un hacerse presente en el presente; pensar la educación como un encuentro entre generaciones encerradas en su propia melancolía; pensar la educación como la recepción de una herencia; como una promesa; como un pasaje hacia otro sitio.
Fernando Bárcena es catedrático de filosofía de la educación en la Universidad Complutense de Madrid, España. Forma parte del Comité Editorial y Asesor del Grupo de Investigaciones en Educación y Comunicación (GRECO), de la Universidad de Los Andes-Venezuela. Durante ocho años fue miembro investigador del Proyecto de Investigación La filosofía después del holocausto, del «Instituto de Filosofía» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid). Ha sido profesor visitante de diferentes Universidades iberoamericanas (Buenos Aires, Porto Alegre, Sao Paulo, Marília, Rio de Janeiro). Sus líneas de investigación están relacionadas con la ética, política y poética de la educación, así como con el estudio de la educación desde una filosofía del acontecimiento. Sus últimos ensayos son: El delirio de las palabras. Ensayo para una poética del comienzo (Herder, 2004); La experiencia reflexiva en educación (Paidós, 2005); Hannah Arendt. Una filosofía de la natalidad (Herder, 2006); La sfinge muta. L'apprendimento del dolore dopo Auschwitz (Cittá Aperta, 2006); L'educazione como evento etico. Natalità, narrazione e ospitalità, con J-C. Mèlich (LAS Editrice, 2009); El alma del lector. La educación como gesto literario (Asolectura, 2012).