Iremos tras él de habitación en habitación en el contexto de la que hace ya veinte años que es su rutina. De este modo nos invita a adentrarnos con emoción en un mundo que demasiado a menudo preferimos ignorar y que puede sin embargo estar cargado de esperanza y descubrimientos: el que comparte con sus pacientes durante sus últimos instantes de encarnación.
De todo ello surge una sorprendente lección de vida y una manera distinta de comprender el tiempo y el espacio para aproximarnos al Presente Eterno. Supone además un valiente testimonio desde las puertas de la muerte: Éric Dudoit no duda en atravesar barreras, las construidas entre los métodos científicos clínicos y la verdad íntima del ser, la que entra en contacto directo con las manifestaciones de lo Invisible.
Pero en el centro de todo esto se encuentra ante todo la humanidad: su fragilidad e interrogantes le permiten aproximarse al auténtico sentido de una receptividad y una compasión que lo trascienden todo.