Enrique IV ciñó la corona castellana en 1454, cuando Isabel la Católica apenas tenía tres años. En 1468, el monarca la reconoció heredera al trono en el pacto de los Toros de Guisando, privando de sus derechos sucesorios a su propia hija, la princesa Juan llamada la Beltraneja, porque se sospechaba que era hija de Enrique Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.