Descubre en la lectura de Minutemen un dramatismo subyacente que no posee a simple vista. Bajo la máscara de nostalgia y buenos recuerdos se desliza un contrapunto cruel, un doble sentido que queda implícito en la mente del lector que conoce la obra original. Y de este modo tan sibilino Darwyn Cooke se nos mete en el bolsillo, nos hace cómplices de un juego de sombras en el que, en apariencia, solo nos ofrece una buena historia construida con retazos de flashbacks, pero cuyo verdadero significado solo queda revelado si su lectura se realiza con el texto original de Moore en mente. Una gozada.