El 25 de julio del año 306 los ejércitos de York nombraron Augusto a Constantino, quien en este momento dio el primer paso para convertirse en el único emperador de Occidente y Oriente. Este libro narra la historia de su ambiciosa odisea que duró dieciocho años, yen la que no faltaron pactos de poder, intrigas palaciegas, ejecuciones difíciles de justificar e incluso dos guerras civiles, como corresponde a aquél que tiene como fieles colaboradoras a la astucia y la mentira. Sin embargo, ha pasado a la Historia como Constantino el Grande, un título muy poco apropiado para alguien que dista mucho de ser un Augusto o un Trajano, que puso en peligro la estabilidad del Imperio cuando primero se enfrentó a Majencio y después a Licinio, y que, a pesar de los loables intentos de la historiografía, nunca fue cristiano ni quiso serlo; su único propósito fue convertirse en emperador de un imperio de nuevo unificado, y ciertamente lo consiguió.