Más allá del relato histórico, el protagonista se convierte en un trasunto shakesperiano de la duda ante un mundo cambiante; en un Segismundo de La vida es sueño; en una especie de Jesús reconciliado, en su muerte, con su propio destino. O en un mítico unicornio, símbolo de la pureza, pero también definición de lo que no se puede explicar con palabras: lo que aún no existe y que, tal vez, nunca existirá.