La figura de Walter Benjamin (1892-1940) no ha hecho sino crecer con el transcurso del tiempo. A ello no resultado ajeno, sin la menor duda, su percepción lúcida de las consecuencias destructivas de la modernización capitalista y la encrucijada epocal que bajo la égida del progreso, como analizó Benjamin, es capaz de destruir la civilización. Su crítica del progreso destructivo (que había reforzado e impulsado el desarrollo económico bajo condiciones de producción y de organización social capitalista), se situaba, salvando las distancias, con el pensamiento crítico de autores como Ferdinand Tönnies, Georges Sorel, Henry George, entre otros críticos contemporáneos de la modernidad. Como éstos, su crítica a la ideología moderna del progreso no se realizaba para reivindicar un régimen premoderno, reaccionario o conservador, sino para afirmar la necesidad de una transformación del orden social del presente, que en el caso de Benjamin suponía postular la instauración del régimen socialista que operase una ruptura de la continuidad histórica. La crítica se realiza sobre la evidencia histórica del nexo existente entre progreso y catástrofe, puesta de relieve por el «marxismo melancólico» de Benjamin. Su crítica del progreso es crítica del «progresismo», como ideología, una de cuyas variantes son el liberalismo yla concepción socialdemócrata del materialismo histórico. Para Benjamin el progreso no es la respuesta a la crisis de la civilización sino parte del problema y una de sus causas determinantes a erradicar. Pero su crítica es de más largo alcance, es una lucha por conservar el poder comprensivo y transformador de la razón crítica, pues desde su marxismo heterodoxo realiza una crítica constructiva a la concepción ilustrada de la filosofía de la historia que contextualiza la doctrina del progreso inevitable en su advenimiento y la aceptación acrítica de una concepción de la historia desde el punto de vista de los vencedores. A esa visión de la historia Benjamin opone la concepción opuesta de los vencidos o víctimas permanentes de todos los sistemas de dominación históricos. De manera que la tarea del historiador crítico es cepillar la historia a contrapelo, esto es, reescribirla y hacerla desde la tradición de los oprimidos y vencidos, la cual considera esencial a toda cultura porque crea comunidad y continuidad en la historia. Por tanto, la nueva historia es una historia a contra corriente del curso de la historia oficial. Benjamin fue un «pensador de riesgo» y al «límite» que siempre ha sido objeto de una recepción compleja; un pensador de riesgo en un contexto en el que predominaba el dogmatismo y el pragmatismo. La recepción de Benjamin ha atravesado diversas etapas poniendo de manifiesto la decisiva relación entre estrategia de lectura y giros histórico-políticos e ideológicos.
Sobre algunos temas en Baudelaire.
Tesis de Filosofía de la Historia.
Franz Kafka
Potemkin.
Un retrato de infancia.
Un hombrecito jorobado.
Sancho Panza.
La tarea del traductor.
Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres.
Sobre la facultad mimética.
La crítica de la violencia.
Experiencia y pobreza.
Fragmento teológico-político.
El capitalismo como religión.
Destino y carácter.