El tren que no perdí es la sorprendente y en ocasiones conmovedora autobiografía de un músico cuyo talento rebasa los límites de las grabaciones o los conciertos: aparte del prestigio que se ha ganado como fotógrafo en numerosas exposiciones, la lectura de estas páginas, a un tiempo ácidas y melancólicas, nos revela que se trata también de un escritor capaz de describir ambientes, situaciones y personajes con una inesperada maestría.