Hablar de recuerdos para Ana María es viajar, no es echar para atrás el tiempo en la nostalgia, es soñar de nuevo con el Mundo, el cual, ha medido personalmente a lo ancho o a lo largo, de su vida y de sus sendas. Siempre en busca de esa última gran aventura antes de que desaparecieran víctimas del propio tiempo que les tocaba vivir. Continente tras continente, andando, en cajas de camiones, en bici, de paquete sobre una moto, e incluso volando, -siempre volando-, a un país u a otro. Buscando humanidad sin querer comprar los lujos del dinero, andar siempre volando rozando el suelo lo más bajo posible, o las aguas sobre unas frágiles cañas, pero siempre, siempre volando de aquí para allá. Madrugando amaneceres o apurando atardeceres en crepúsculos en los que las estrellas se alternaban en ponerles techo, dependiendo de los rumbos a los que les llevara el sueño de sus vuelos. Hoy esos recuerdos los ha puesto letras pasándolos al papel, queriendo envolver el mundo en una última alborada. Con el cariño, la sencillez o la naturalidad que da saber que va dirigido a los ojos de sus más queridos seres, familia y amigos, o también por qué no, a todo aquel que quiera viajar soñando un poco por el tiempo de la mano de Ana María, porque en el fondo a todos nos gustaría ser hijos y nietos de ésta? gran viajera.
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