En la mayoría de los casos de maltrato intrafamiliar o en el entorno cercano, para la persona violenta -sea adulto o menor de edad- y para la víctima, hay una relación afectiva, y nos equivocamos si tomamos como cinismo la afirmación de ese cariño. En el ámbito de la violencia una división de buenos y malos , de enfermos y sanos , no responde a la realidad que nos vemos obligados a afrontar.
En la violencia intrafamiliar o en el entorno cercano, cualquier intervención terapéutica con las víctimas de violencia y con sus agresores, sean quienes sean, requiere un trabajo a largo plazo sobre sus modelos afectivos, sobre su forma de relacionarse afectivamente con los demás. No se trata en ningún momento de justificar o eximir de la responsabilidad de la agresión, sino de posibilitar elementos que contribuyan a mejorar nuestra intervención.