La pureza en los metales es el oro; en el mundo, su armonía y en el hombre, su bondad. El aspirante alquimista se acerca con humildad a ella, libre de egoísmo, por la belleza misma de la búsqueda. Así, aprende el oficio de la composición total, aplicando las artes alquímicas, transforma todo lo que compone su mundo en el oro de lo más noble que hay en sí mismo.