«Nuestros padres nos mandaban a un colegio concertado, y después a una universidad privada sin saber muy bien por qué. Nos ponían en manos de brujos que conocían los secretos del éxito. Un máster: la palabra mágica de los chamanes. De esta forma, confiando en una alquimia que no conocían, ahorraban durante sus vidas, desgastaban sus rodillas, sus nudillos, sus zapatos, y nos martilleaban siempre con la misma frase: que no íbamos a heredar nada salvo los estudios que nos pagaban.»
El título de este libro alude a la voz euskera que significa «madre», y también a la tercera persona del presente del verbo amar, y es justamente en esa intersección donde José Ignacio Carnero despliega una narración elegante y llena de belleza alrededor de la enfermedad de un ser querido, de las expectativas cumplidas e incumplidas de toda una generación, y de la memoria familiar.
O como alerta esta obra a su inicio: «No es que todas las familias felices se parezcan las unas a las otras, sino que, como han estado tan ocupadas siendo felices, no han encontrado el momento de ponerse a escribir sobre sí mismas. Es el olvido, y no la felicidad, el que hace a esas familias iguales».