Cuando asumí que me tenía que ir de la isla comencé a recorrerla con calma. Descubrí pueblos sin mapas o guía alguna, encontré paisajes fascinantes y me crucé con vidas dignas de la más extensa novela.
Una de ellas fue la de una mujer. En un rincón de la isla coincidimos en el camino y hablamos largo rato. Sonreía con todo el cuerpo y generaba a su alrededor un halo de alegría y calma. Ella me contó una historia. Una que tenía como escenario precisamente aquella ruta que yo seguía aún sin ver. La escuché con atención y su historia me conmovió. Cuando terminó, la noche se nos había echado encima y me invitó a cenar en su casa.
Mientras cenábamos me contó las grandes alegrías de su vida esquivando siempre con elegancia sus pequeñas desgracias. Yo le explique qué recorría la isla, tratando de captar en mi memoria todos aquellos paisajes y sensaciones, para marcarlas para siempre en mi recuerdo. Ella sonrió y, sin decir una palabra, salió de la habitación. Cuando regresó llevaba en sus manos un cuaderno del que sobresalían lo que parecían ser infinidad de notas, esquemas de planos llenos de indicaciones, fotografías montadas y pegadas con celo.
Toma dijo. Es para ti. Es un cuaderno sobre la isla. Bueno, en realidad es un compendio de rutas. Tiene, por supuesto, todo lo que necesitas para no perderte jamás, pero es mucho más que eso. Aquí dentro hay piratas y demonios. Hay extraterrestres, oficinistas, monjes, forasteros, amantes despreocupados. Hay moros contra cristianos y hay antiguos vientos contra modernas arquitecturas. Hay también animales fabulosos, casas encantadas e incluso políticos corruptos. Sin embargo, la mayor parte de las páginas de este libro están por escribir. Así que llévatelo y escribe tu parte. Cuenta y escribe tus historias. Cuando termines, si es que eres capaz de terminar, tráemelo. Ya sabes dónde estoy.
Ni que decir tiene que traté de devolverle este libro a su dueña. Pero jamás di con su casa. O no recordaba bien dónde estaba o, simplemente ya estaba en todos lados. Por eso ahora os dejo a vosotros este libro. Recorredlo, disfrutadlo y, cuando hayáis escrito vuestra parte, compartidlo. Seguro que al final alguien da con aquella casa, encuentra a aquella mujer y el libro vuelve a su origen.
La historia vuelve siempre a la historia.