Alonso llegó a Italia, y de Milán bajo a Nápoles y a Sicilia, curtiéndose en diferentes percances de taberna, para entrar al servicio de las galeras de la Religión, que es como se llamaba a la flota de la Orden de Malta. La interminable guerra de corso que esta y la Monarquía Hispánica libraban contra el Turco por todo el Mediterráneo le iba como anillo al dedo a nuestro héroe, que pronto asciende para capitanear una nave. Abordajes, persecuciones a cañonazos, acciones de comando? todo para gastarse el botín jugando a los dados, o a los piojos (sí, has leído bien). Alonso regresaré a Madrid, para, convertido en capitán, reclutar soldados y verse envueltos en lances galanes y de espada, hacerse ermitaño, arrepentido de su mala vida, sobrevivir al desastre de la Mahometa ¡y hasta ser acusado de querer encabezar una rebelión morisca! De ahí, a América y a pelar con los piratas ingleses en el Caribe. Y siempre con tiempo para acudir a un corral de comedias con Lope de Vega o invitar a un veterano a vino para que le cuente sus desventuras en Flandes.