Como él mismo nos dice en el «Prólogo», «la columna exige el humor, el lirismo, el tiempo hecho vida, la tarde de lluvia o los manteles de una fiesta recordada». El lector encontrará todos esos ingredientes en las cincuenta crónicas aquí seleccionadas por el propio autor. Aunque fueron apareciendo sin regularidad entre 1995 y 2001, ahora conforman un «año imaginario, con sabor a fin de siglo», que se lee como un libro homogéneo escrito al pie del calendario. García Montero aborda en estas crónicas cuestiones mayores, como la huella
del tiempo, las relaciones familiares, las obligaciones sociales o la verdadera edad (que es
la del espíritu), siempre desde una perspectiva deliberadamente humilde y cotidiana, como si fueran conversaciones de ascensor. Detrás de «la lluvia, el sol, las mañanas de primavera, las bellezas y los peligros de la nieve, el final de las vacaciones y el cocodrilo insaciable de las mesas de trabajo, la rutina de las fiestas anuales, la prisa de los almanaques», este libro esconde todo un ejercicio de estilo, una verdadera declaración de principios y, lo que no es poco, un acercamiento poético a la realidad más inmediata.