Argumento de Alemania y el Mundo Clásico (1896-1945)
¿Qué es o qué puede ser la edad , además de un conjunto de textos que los filólogos deben editar con mayor o menor rigor y pericia, o de un periodo histórico que los historiadores pueden reconstruir con mayor o menor fortuna? Y más allá de ser un objeto de disquisiciones técnicas al alcance de pocos, ¿será tan sólo un conjunto de vaporosos ideologemas susceptibles de empleo en los más diversos contextos y con las más diferentes intenciones, como los que el lector podrá encontrar en estas páginas? La cultura alemana del siglo XIX y de la primera mitad del XX es un lugar privilegiado para plantear estas cuestiones, al menos por dos razones. De un lado, por la infinidad de investigaciones en su mayoría de enorme calidad que por aquel entonces se elaboraron sobre la Antigüedad, pues de manera irremediable por suerte o por desgracia entre nosotros y Grecia o Roma se yergue todo esta tarea de erudición (en el mejor sentido de la palabra), así como la fina sensibilidad estética, ética y política con la que aquellos alemanes se enfrentaron al legado clásico. De otro lado, por la autocomprensión intelectual y cultural que surgió de este trabajo con la Antigüedad. Erudición, sensibilidad y autocomprensión que cayó con facilidad bajo el embrujo de la seducción política, Suele entonces hacerse virtud de la necesidad argumentando que lo que, en principio, podría creerse anacrónico o sin interés ante las acuciantes urgencias del presente, es, visto de otra manera, de una actualidad no por sutil menos decisiva, de una relevancia no por difícil de captar menos real. De la necesidad o disposición a «explicarse» o «justificarse» es fácil pasar a asumir más o menos expresamente perspectivas políticas, ora como crítica del presente, ora como arsenal de elementos ideológicos o propagandísticos al servicio de quien costea investigaciones, dota cátedras o tiene influencia sobre la opinión pública.1