Con un estilo directo, incisivo e incluso divertido, Londres comprendía como nadie que «el cometido de nuestro oficio no es complacer, ni tampoco perjudicar, sino meter la pluma en la llaga».
En el presidio (1924) constituyó el primer gran golpe mediático de Londres: sus reportajes sobre el penal de Cayena y las condiciones a las que se sometía a sus presos generaron olas de indignación que culminaron con la decisión del gobierno francés de cerrarlo.
No obstante, una de sus víctimas, Eugène Dieudonné, cuya culpabilidad nunca se había llegado a establecer con mucha claridad, tuvo que sufrir los abusos del sistema penitenciario de los que solo se libró huyendo a Brasil. El apasionante relato de la fuga de Dieudonné a través del agreste paisaje de Cayena es el tema central de El hombre que se fugó (1928).
En un más difícil todavía, el periodista intentó repetir la experiencia iniciada en Cayena visitando la colonia penitenciara militar de Biribi, en el norte de África. Si bien su libro Dante no vio nada (1924) no logró el cierre de la colonia, sí es cierto que, gracias al mismo, el gobierno francés creó una comisión de investigación que terminó aligerando las condiciones de vida de sus presos en este Guantánamo antes de Guantánamo.