En los últimos años los dos modelos primarios usados para articular diferentes aspectos del arte de la postguerra han acabado perdiendo eficacia: tanto el modelo del modernismo, basado en la especificidad del medium, como el modelo de la neovanguardia, que reelabora las críticas a la vieja intuición burguesa del arte, como hacía la primera vanguardia histórica. La verdad es que hoy compiten entre sí diferentes modelos locales, pero ninguno de ellos puede esperar llegar a convertirse en paradigmático. Y si, para muchos, este estado de cosas es positivo, porque posibilita libertad artística y diversidad crítica, también es cierto que ese paradigma del no paradigma ha favorecido una chata indiferencia y una cultura turística y consumista del arte.