¿Alguna vez te has preguntado qué harías si no tuvieras miedo?
¿Si no hubiera nada que perder?
Yo sí.
Y el día en el que, escribiendo sueños en una servilleta de papel, me di cuenta de que allí sentada jamás iba a ganar, decidí vivir sin importar cuándo, cómo y por qué.
Decidí cogerla de la mano, apostar, cambiar, viajar, amar y llorar.
Decidí dejar de imaginar para empezar a experimentar la inconfundible y dulce sensación de ese hormigueo en el estómago que indica que todo puede pasar.
Y, tú, ¿te atreves a soñar?