Con el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios entra en la historia. Quiere vivir con el hombre, compartir con él sus vicisitudes, entrar en diálogo con él. Ese diálogo tiene su paradigma en la meditación personal de la Palabra divina -el evangelio de cada día- que anuncia Su llegada.