Los textos que Corbin dedicó a la obra de Jung desvelan la imagen olvidada de Sophia, el arquetipo femenino que se encuentra en los Salmos más antiguos y que fue la compañera del creador, su alegría cotidiana cuando este asentaba los cimientos del mundo. El reino de Sophia, aquel mundo en el que el amor precede a todo conocimiento y el sentido de la muerte no es más que la nostalgia de la resurrección, ha quedado enterrado y solo podrá ser restaurado con la ayuda de una arqueología que se adentre en los estratos más profundos del alma.
El autor ofrece aquí una invitación a recomponer los fragmentos dispersos de un Antiguo Testamento sophiánico, una teología que «no se aprende ni en los manuales ni gracias a la crítica histórica de los textos, sino en la noche y en el sufrimiento del alma, en la más alta lucha librada dentro de nosotros mismos sin compromiso, ni cobardía, ni abdicación».