En un futuro impreciso, pero próximo (nuestros soldados recuerdan aún los cuatro pasos del chiki-chiki y España no se ha convertido aún en un desierto), el Imperio Hegemónico declara la guerra a la República Islámica de Kimbambia. «¿Y eso qué tiene que ver con nosotros?», pregunta el anónimo protagonista de Abril al comandante Heredia. Una pregunta estúpida, él mismo lo reconoce casi inmediatamente. Pero hay que hacerse cargo: ¿quién podía imaginar que alguien iba a derribar un día el botafumeiro de la catedral de Santiago de Compostela con un misil tierra-aire? Crónica disparatada de la guerra contra un enemigo ubicuo, una deserción imposible y un amor que no salva, Abril se mueve en ese territorio en el que se confunden la carcajada y la mueca de espanto. Ese territorio que, para simplificar, podríamos denominar, por ejemplo, la vida.á