Mercedes Agulló y Cobo (Madrid, 1925) es licenciada en Historia por la ucm y doctora por la misma universidad con la tesis La Imprenta y el Comercio de Libros en Madrid. Siglos XVI-XVII, fuente inagotable de datos valiosos para investigadores. Entre otras ocupaciones profesionales, fue Directora de los Museos Municipales de Madrid y Ermita de San Antonio de la Florida. Es Miembro Numerario del Instituto de Estudios Madrileños. Asimismo, dirigió las revistas Villa de Madrid, Gaceta del Museo Municipal y Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas. Sus rigurosas investigaciones documentales han alumbrado las historias del libro, de la pintura, de la escultura, del teatro; o la historia madrileña, de la que es una excelente conocedora. Entre su extensa obra, se pueden destacar Madrid en sus diarios (5 vols.), Documentos para la Historia de la Pintura Española (3 vols.), Documentos para la Historia de la Escultura Española, o Relaciones de sucesos, 1477-1619.
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Prólogo de Pablo Jauralde:
Escribo estas líneas sobre el libro de Mercedes Agulló en Roma, en donde he estado recorriendo viejas bibliotecas. Roma amontona libros, como iglesias, turistas y restos arqueológicos, hasta el no puedo más; en el caso de los libros y, sobre todo de los manuscritos, el legado supera el conocimiento, el interés y, sobre todo, el presupuesto necesario para ordenar y conocer ese universo. Letras difíciles en papeles ocultos y espacios insólitos que llevan nombre de próceres o de papas (Casanatense, Vallicelliana, Angélica, Alexandrina). ¿Cómo va a interesar eso en la época de los ordenadores, las imágenes, las digitalizaciones, la facilidad para tener a golpe de teclado casi todo? Y, sin embargo, si nadie va ni nadie lee lo que en algún momento se decidió conservar, allá irá quedando, en las oscuras bodegas de la historia.
Mercedes vive en una casa, si bien se mira, paleográfica, con pinitos arqueológicos, en El Puerto de Santa María, en la que trabaja a diario y a la que he tenido ocasión de acudir para catar documentos exquisitos que se amontonan por todos lados, mientras charlábamos con Pilar Alcina, amiga y bibliotecaria, cuidados por un enorme alaskan malamute, de edad ciertamente avanzada, y al que trata como un documento exquisito, con familiaridad y conocimiento. O más bien cuidando de él. De cómo una madrileña de origen navarro (que entre sus muchos méritos llevó la dirección de los Museos Municipales de Madrid) ha ido a caer en ese sur maravilloso y a enredarse en amistades peligrosas conmigo se sabe más bien poco, porque empleábamos nuestro tiempo en lucubrar sobre lo que había pasado con el Lazarillo expurgado, cuya liebre salta ahora, implicando a los protagonistas de una historia complicada como la vida misma, sobre la que cabe proyectar cada vez mayor claridad gracias a los hallazgos documentales de Mercedes, quien suele exponer con familiaridad las inquinas de Felipe II contra el antiguo embajador de Carlos V, don Diego Hurtado de Mendoza, y cómo andaba tras sus libros.
Es difícil trabajar sobre documentos artísticos, literarios, históricos, y no encontrarse con algún repertorio que ella no haya exhumado y dispuesto para apoyo del investigador, al que se ahorra la localización, la frecuente y dificultosa lectura y su ordenamiento en series. Toda su vida con generosidad de investigadora que trabaja con fuentes originales y las ofrece a los colegas de sillón con orejeras, en casa. Deshaciendo letras e interpretando malos latines para ver los entresijos de la historia a través de lo que cualquier lector no avezado tendría por las manchas incomprensibles en un papel viejo.
Resulta deslumbrante el conjunto documental que ahora edita, rodeado de circunstancias que han convertido al foco de estas investigaciones en uno de los enigmas mayores de nuestra historia literaria. Dejo que el lector saboree el cúmulo de huellas, reclamos, noticias que se tejen en torno a uno de los protagonistas de nuestra historia, don Diego Hurtado de Mendoza, antes y después de su doloroso final y en circunstancias que permitirían novelar su rica biografía. Para trazarla con cierto rigor muchos investigadores como Mercedes Agulló se necesitarían. Y para seguir hablando del Lazarillo de Tormes y de su autoría se habrá de tener en cuenta las novedades que la documentación nos trae.
Quede este libro como un modelo sucinto de investigación histórico-literaria, que arranca de los días perdidos en los archivos y las bibliotecas para remontarse poco a poco, con paso cierto y documentado, hasta las páginas llenas de vida del Lazarillo, que tanto siguen encandilando al buen lector, quien ahora quizá decida leerlas sobre un fondo autorial distinto.
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