La paciente no cesa en su dolor, en el cansancio... pero se aprecia de inmediato que la percepción y afectos frente al psicoanalista no son de la misma naturaleza que cuando se le medicaba exclusivamente con relación a su conducta o accionar en el mundo de forma cotidiana.
De hecho, llegó a la terapia por haber perdido el rumbo o haberlo encaminado hacia el simple apagamiento de su interrogación, a pesar de contar con su apoyo inicial.
La mujer, joven, madre, activa en todas las escenas de la lucha diaria, empezaba a atribuir el síndrome traumático a su carácter, tanto o más que a la pérdida de uno de sus seres preferidos, muy querido, que decidió abandonar el mundo sin contar con la oquedad y vacío que ello generaría. Todo se hizo caótico pese a neurolépticos, ansiolíticos, estabilizantes del ánimo...
La Psiquiatría pasó a ser otro elemento de sospecha y cierre de horizontes, reconociendo y aceptando el poder sedante de su método.