En nuestro caminar diario a veces nos sentimos eufóricos, fuertes, capaces de todo; otras no vemos más allá de nuestras narices, y la melancolía o la tristeza ganan terreno. Los vientos pueden soplar a nuestro favor, o por el contrario, transformarse súbitamente en vendavales que nos vapulean. Pero por raro que pueda parecer, en cualquiera de estos casos la felicidad es posible.