Como muchos de los admiradores de la obra de Wolverton saben, era un hombre ciertamente paradójico. Por un lado, era un perfecto cristiano (bondadoso, humilde, generoso), moralmente y socialmente conservador y siempre con una palabra de ánimo o un chiste. Por otro lado, creó el arte religioso más aterrador desde Hieronymus Bosch. Y muchas de las extrañas ilustraciones seglares de Wolverton no eran menos chocantes. Al igual que ocurría con Bosch (que también fue un gran dibujante de caricaturas), la clave para comprender a Wolverton es entender sus convicciones religiosas. La creatividad de Wolverton era inseparable de su fe.